Y así era, no era lo suficientemente fuerte como para afrontar aquella
situación. Ella estaba sentada en un sofá de cuero negro mientras ojeaba un
libro ya viejo, deteriorado con el paso de los años, arrugado, con polvo,
amarillento... Casi tan deteriorado como su marido, a quien observaba, otra
más, nunca se le acababa la coca. Sin querer dejo brotar una lágrima de su
ojo. Seguía observándolo, quieta, muy quieta. El se percato... Dejo sus ocupaciones y se dirigió a ella, con gesto violento...
* Pequeños relatos / Pequeños retales *
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